¡Qué bestia! estoy llena de palabras, de eso me doy cuenta. En mi trabajo me dicen que cuando no almuerzo con ellos todo es silencio, me lo dicen de buena manera o al menos así lo recibo yo, para mí como que es un halago. Y es que algunas veces cómo hablo!
En estos momentos creo que me falta con quien hablar, a quien sacarle los ojos hacer carotas y mover las manos, escribir aquí no es lo mismo, creo que es indispensable el oír la voz, la mía y la de la otra persona.
Y qué es lo que tengo que decir...¿Estoy urgida por hablar? creo que estoy más necesitada de que me hablen a mí, de que me cuenten historias, cuentos, algo lo que sea... yo ahora sé que no me gustan los chismes, en realidad me gusta la pasión del que está contando el chisme, yo me olvido de todo tan rápido la información de la vida ajena en poco tiempo no deja rastro en mi memoria, pero las sensación de haber compartido el momento sí me queda.
Cuando era pequeña y me iba de viaje con mi papá, ponía mi cabeza sobre sus piernas y le pedía que me cuente un cuento de princesas. Mi papá era y es muy hábil para eso, para contar historias, y las princesas era sólo un decir, los cuentos comenzaban con ellas pero en realidad eran de cualquier cosa, sus historias eran emocionantes y yo me quedaba calladita con los ojos cerrados imaginándome todas las situaciones y poco a poco las palabras de mi papá eran más lentas, se confundían los caracteres y siempre irremediablemente él se quedaba dormido en la mitad de la mejor parte.
Yo no puedo contar esas historias, no me invento a las princesas, soy demasiado terrenal, me apasionan las cosas de la vida y sólo puedo hablar de eso, de lo que leo en alguna parte, veo en la tele, escucho a otras personas pero igual que mi papá me suelo quedar en la mitad de las historias porque se me viene a la cabeza otra.
Quiero que sea sábado, quiero ir a comprar frutas, quiero comer quimbolitos y hacer un pastel jajajaja
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