-¿Qué pasó? ¿Está bien? (mierda trabajo tan lejos del colegio)
-Está con la boca lastimada, tuvo una caída...
(más tarde sabría que Gustavo lo empujó a propósito contra la cabeza de su mejor amigo y cómplice, al que le dejo la marca de los dientes en la cabeza)
Horas después puedo al fin ver al Bernardo, con los labios hinchados, en la camilla de la odontóloga que le mueve el dientecito. Resultado: los dos dientes incisivos se alflojaron, por suerte no eran los definitivos, pobre cachorro.
Ver a mi hijo sin diente me recuerda que él ya está creciendo
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