Sigo viviendo en un pueblito en Filipinas, rodeada de árboles de cocos, de paciencia infinita, de sonrisas y de arroz.
Un día, en mi camino a la cafetería del trabajo, escuche el llanto de un pequeño gatito. En el momento que lo puse en mis manos, el futuro fue marcado: se iba a quedar conmigo.
A mis hijos les encantó la idea, al papá de los hijos todo lo contrario. Odia los gatos, dice que tiene alergia y que le dan miedo.
Han pasado 4 meses desde que Nyx llegó a nuestra vida y he descubierto que:
-no es gato, es gata.
-su aspecto de animal salvaje concuerda totalmente con su carácter indomable.
-le encanta lamernos succionarnos y rasguñarnos un poquito.
-es traviesa y ha causado uno que otro destrozo en la casa.
-acariciarla me relaja, me había olvidado de ese movimiento repetitivo sobre el pelaje suave unido al grrrrr de los gatos.
-es el animal perfecto para mi, necesita amor intensamente pero solo un rato, después quiere que la dejen en paz. Así nos entendemos.
El nombre se lo puso mi hijo.... ya que se le puede hacer....
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